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Revista ADN

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Sección "Ciencia y cultura", de la revista ADN

ODISEA MITOLÓGICA: VIAJANDO POR GRECIA

16 de diciembre de 2020, por editorial2

Todos los años nuestro alumnado del Taller de mitología  realiza, como proyecto final de curso, un juego de mesa sobre mitos y leyendas clásicos. Pero el curso pasado el confinamiento domiciliario nos lo impidió. Tocaba reinventarse. Fue entonces cuando se nos ocurrió la idea de los cuestionarios online: la expresión plástica se vería mermada pero, en compensación, nos adentraríamos en el mundo de los formularios google, podríamos usar secciones, desarrollar un hilo conductor…;  y  nos permitiría seguir intercambiando los trabajos, una vez realizados, y valorarlos mutuamente mediante rúbrica. Así que nos pusimos a la obra. Fue un proyecto distinto, adaptado a las circunstancias, pero igual de creativo.

Presentamos, a continuación, la Odisea mitológica, el formulario realizado por Ane Hualde y Ainhoa Pagola, alumnas de 2º bachillerato a día de hoy. Desempolvad vuestros conocimientos sobre mitología  y dejaos guiar por su poderoso caballo alado Pegaso, el cual os transportará a otras épocas y otros paisajes.

Haz click sobre la imagen para comenzar el viaje.

Imagen cedida editada por las autoras

ANE HUALDE Y AINHOA PAGOLA (2º Bach).

Lucrecia

16 de diciembre de 2020, por editorial3

Ainhoa Chica (2º bachillerato F) nos recrea literariamente el suicidio de Lucrecia, una mujer romana del siglo VI a. C. que, según la leyenda, fue víctima de una violación. Sirva esta desgarradora historia como contribución del alumnado de Lenguas Clásicas al 25N, Día Internacional contra la Violencia de Género.

Imagen obtenida de fuentes que permiten su reutilización


No pude abrir los ojos la primera vez que lo intenté. Una luz blanca y cálida amenazaba con cegarme en caso de que decidiese hacerlo, así que decidí esperar unos momentos hasta que mi cuerpo se acostumbrase a tal deslumbramiento. Por esa razón no tuve más remedio que emplear el resto de mis sentidos para averiguar, o al menos especular, dónde me hallaba.

Primero escuché. Y, para mi sorpresa, el hecho de que mi vida no había sido derribada del todo se presentó ante mí al escuchar el suave silbido del viento.

Aún desorientada y algo asustada, decidí proseguir en mi búsqueda de pistas que pudieran indicarme el lugar en el que me hallaba, así que decidí, en segundo lugar, tratar de distinguir algún olor reconocible en el aire. Efectivamente, estaba respirando. Pero no de la forma en la que siempre lo había hecho: sentí cómo mis pulmones se hinchaban y se deshinchaban. Sin embargo, no sentí cómo mi cuerpo se acompasaba con mi respiración: tuve la sensación de que mis pulmones estaban fundidos con el resto del universo, como si estuviesen hechos del mismo viento que estaba respirando. Fue entonces cuando, alarmada, descubrí que todo mi cuerpo se hallaba en ese estado incorpóreo, sumido en una sensación de desnudez y al mismo tiempo de ligereza. Y entonces conseguí distinguir aquel aroma que me sugirió que, quizás, no había muerto del todo. Se trataba de una mezcla de la fragancia de la brisa marina, la que impregnaba mi pelo cada vez que me sumergía en el mar, y del olor a quemado que dejan como estela las estrellas que mueren, tal y como decían las historias que mi madre me narró cuando era pequeña. Por un momento, me sentí como si estuviese en algún lugar muy lejano a la tierra, puede que incluso más alto que los océanos, pero no lo suficiente como para escapar del cielo nocturno, el más profundo y recóndito de todos los que había observado desde mi hogar, Colacia.

Imagen obtenida de fuentes que permiten su reutilización

Pensé que ya era el momento adecuado para descubrir dónde me encontraba, pues mis ojos ya se habían acostumbrado a ese ambiente que irradiaba calor, paz y aquel deslumbrante fulgor. Mis párpados se levantaron tímidamente y me vi a mí misma tumbada sobre un lecho hecho de las mismísimas nubes que había observado siempre desde la ventana de mi casa. Cuando abrí mis ojos por completo descubrí que no solo se trataba de un lecho, sino de un infinito mar de nubes refulgentes y tan brillantes como las estrellas, que bañaban el horizonte hasta donde mi mirada alcanzaba a ver. Me incorporé con una cierta dificultad y me toqué el rostro para, de una vez por todas, adivinar si había cruzado la terrible meta que me daba la bienvenida a la vida eterna.

Sin embargo, no fue mi tacto el que me lo reveló. Cuando hube alzado mi mirada un poco más, en busca de algún cielo aún más alto que aquel en el que ya me hallaba, lo vi.

Las leyendas eran ciertas. Y, perdónenme las antiguas generaciones que las transmitieron a sus hijos década tras década, ninguna era tan soberbia y espléndida como aquel al que pretendían hacer justicia.

-Lucrecia -dijo.

Su voz retumbó en mi cabeza como los truenos de las más terribles tormentas. No me cupo ninguna duda. Era él.

-Júpiter… -un hilo de voz quiso asomarse por mi ventana, demostrando que, en aquel momento, solo era un triste conejillo asustado.

Imagen obtenida de fuentes que permiten su reutilización

Él esbozó una sonrisa que, mágicamente, me tranquilizó como una tierna caricia e hizo que mi miedo entrase en calor.

-No has de temerme, mujer, pues si has llegado hasta aquí es porque no tienes razones para que te castigue. Sé en paz.

-¿La vida eterna? ¿Es allí donde he llegado? -tartamudeé.

-Muy a mi pesar, las almas más puras son siempre las primeras en marchar en esa dirección -el tono sabio de sus palabras me embelesó como las sirenas seducen a los marineros-. Por lo tanto, no tengo más remedio que recibirte en el mundo de los cielos, donde dichas almas descansan eternamente saboreando la inalcanzable paz del mundo terrenal.

Algo en mi interior se estremeció cuando, de forma inevitable, tuve que asumir que mi muerte era definitiva. El dios supremo debió percibir aquella tristeza en mis ojos, pues se apresuró a suavizar su declaración.

-No obstante, Lucrecia, has de saber que aquel que te condujo a este camino pagará por sus actos. A pesar de ser tú quien decidió atravesar la fina línea que divide tu existencia entre física y espiritual, fue otro el que te golpeó con los motivos para tomar esa decisión.

Esta vez su discurso se clavó en mi pecho como un helado puñal. De repente fui capaz de recordar todo, hasta el más irrelevante detalle, como si al llegar a esta nueva vida hubiera sido dotada con la capacidad de revivir toda mi existencia con la única fuerza de mi pensamiento.

Recordé a aquel hombre desalmado perturbando mi sueño en mitad de una noche. Recordé mis lágrimas. Mi soledad. Recordé el filo de su espada brillando a la luz de la luna y amenazando con rasgar mi piel si decidía gritar. Recordé sus ojos enloquecidos, su macabra sonrisa. El miedo que sentí al descubrirme desnuda, viendo como mi honor se escapaba de mi alma, arrebatado por un humano que carecía por completo de humanidad y que nunca sentiría remordimiento alguno por su pecado.

Imagen obtenida de fuentes que permiten su reutilización

Mientras recordaba quise llorar, pero no pude. Simplemente me quedé ahí sentada, vacía, rememorando aquella fatídica y última noche, cuando un infame me azotó con el áspero látigo de la verdad. Y la verdad era que, por muchos hombres que atravesaran mi vida, jamás podría igualar la libertad de la que gozaba ninguno de ellos. Mi condición de mujer me jugó la peor de las pasadas y en solo un par de horas perdí el más valioso regalo que uno puede recibir: la vida. No me refiero a cuando hundí aquel cuchillo en mi corazón y mi respiración se apagó como una vela, sino a cuando toda mi felicidad huyó de mí al sentir mi cuerpo, mi templo, profanado por unas manos que no eran las amadas, que no eran las de Colatino. Unas manos que no acariciaban, que arañaban. Que no besaban, que arrancaban. Que atropellaban mi inocencia y la ilusión que mi madre sembró en mí desde que di mis primeros pasos. Las manos de Sexto Tarquinio.

La voz del dios de los cielos me arrastró de vuelta del lejano viaje en el que me había sumido.

-Joven, tu alma es pura y soy conocedor de su pureza. Tal y como juraste a tu esposo y a tu padre antes de borrar tu vida, solo tu cuerpo ha sido violado, mientras
que tu voluntad es inocente. Mi omnipotencia me otorga el saber infinito y conozco tus valores, así como tus miedos, tus virtudes y tus defectos, sin importar en qué vida te encuentres. Sexto Tarquinio será castigado como merece y los cielos se nublarán cuando la muerte lo alcance: bajo mi decreto, su paso a la vida eterna está prohibido y será condenado a deambular por siempre en el limbo entre la vida y la muerte.

Solamente escuchar aquel nombre hizo que comenzase a temblar y a sufrir escalofríos. Jamás podría olvidar aquello. Como leyendo mis pensamientos, Júpiter se adelantó.

-La vida eterna sanará tus heridas y te regalará la paz. No olvidarás, pues el recuerdo forma parte de la naturaleza humana y queda fuera de mi alcance, pero tu conciencia y tus males hallarán la cura que te permita seguir adelante. Sin embargo, primero has de relatarme los hechos tal y como sucedieron, pues el primer paso hacia el alivio del pesar se halla en la aceptación de las desdichas.

Dudé. ¿Sería capaz? La única forma de averiguar si podría sanarme algún día era arriesgarme y revivir, aunque fuera a través de las palabras, el robo de mi reputación y de la pureza de mi cuerpo. Así pues, respiré profundamente y comencé a hablar. 

“Todo empezó una fría noche. Yo estaba trabajando la lana de las ovejas a la luz de las velas cuando, a lo lejos, escuché el sonido del galope de los caballos. Me asomé por la ventana y, tras la humareda levantada por el trote, divisé las figuras de algunos hombres a los que no conocía. Sin embargo, una de esas sombras se dibujaba con familiaridad en la oscuridad de la noche. Se trataba de mi amado esposo, Colatino, que lideraba el grupo y lo conducía hacia nuestro hogar. 

Cuando aquellos hombres llegaron salí a recibirlos, también como excusa para saludar a mi marido. Les dimos de cenar pues su travesía había sido agotadora y les ofrecimos lechos sobre los que reposar, que aceptaron de buen grado tras una noche de diversión, risas y bebida. Durante la velada fui descubriendo las identidades de aquellos varones: eran los Tarquinios… Y cuál fue mi sorpresa al serme revelado que uno de los acompañantes de mi marido era Sexto Tarquinio, hijo del actual rey de Roma, Lucio Tarquinio. Solamente llamó mi atención su rango social, pero en absoluto me sentí atraída por su apariencia o su temperamento, ya que más bien parecía un hombre excesivamente frío y calculador. ¡Pobre de mí, que ojalá hubiese abierto la puerta a la duda y a las sospechas desde el primer momento! Sin embargo, opté por recurrir a mi simpatía y a mis buenos modales delante de todos aquellos hombres que, al fin y al cabo, eran invitados de mi marido y merecían ser tratados como tal. 

En mitad del jolgorio y las risas, mi Colatino se aproximó a mí y me confesó que el motivo real por el que había hecho venir a esos hombres era que quería que todos admirasen mi belleza ya que, a su juicio, era superior a la de la esposa de Sexto Tarquinio. No sé si estaría en lo cierto o no, pero sin duda mis mejillas se tiñeron con el calor infundido por tal halago. 

Unos días después el hijo del rey volvió a presentarse en nuestro hogar, pero esta visita agravó mis sospechas ya que, conforme entraba por la puerta, no dejó de preguntar ni un segundo dónde se hallaba mi marido, como si tuviera miedo de que apareciese. Con recelo traté de tranquilizarlo explicándole que Colatino se encontraba pasando unos días fuera de casa, aunque parece ser que los motivos no le importaban demasiado. Cayó la noche y cenamos sin intercambiar una sola palabra, solo cruzando miradas silenciosas de una punta de la mesa a otra. Las mías, desconfiadas y prevenidas; las suyas, gélidas e inexpugnables. Cuando llegó la hora debida, cada uno marchó a sus aposentos y yo me sumí en un profundo sueño. 

A altas horas de la noche me arrancó de mi placidez un sonido metálico y afilado que escuché peligrosamente cerca. Sobresaltada, abrí los ojos y ahogué un gritó cuando me encontré arrinconada por Sexto Tarquinio, que me sonreía con una expresión bañada en locura y empuñaba su espada contra mi pecho. No me dio tiempo ni a respirar: sentí mi pulso aligerarse y enfurecerse como un tambor y todas mis fuerzas concentradas en mis músculos, que se agarrotaron de terror. “Silencio, Lucrecia; soy Sexto Tarquinio; estoy empuñando la espada; si das una voz, te mato” me susurró, mientras me percataba de que el color se escapaba de mi cara, que pasaba a obtener una palidez comparable a la de la luna, única fuente de luz que alumbraba aquel episodio. 

No me doblegué. Juro por todos los dioses que no lo hice. Pero amenazó con echar por tierra mi honor de terrible manera: colocando al lado de mi cadáver el de un esclavo y situar ambos en mi cama, para simular un adulterio. Fue entonces cuando mi templanza se quebró ante las amenazas y caí. Aquella criatura me robó mi voluntad, me arrambló a los infiernos y se marchó sin pudor alguno. 

Tan pronto como recibieron mis mensajes de auxilio, mi padre y mi amado se presentaron en el hogar con sus hombres de confianza y no pude mantener la compostura. Me arrojé a sus brazos y lloré desconsoladamente, confesé mi infortunio e, incapaz de soportar el calvario y el tormento en el que Sexto Tarquinio me había enfrascado, juré que nadie me tomaría como ejemplo para seguir con vida. Luego fue el puñal. Y luego, la oscuridad.” 

Imagen obtenida de fuentes que permiten su reutilización

Me callé. Lo había hecho. Y la consciencia no me había abandonado. El semblante de Júpiter se había oscurecido durante mi relato, pero cuando aparté mis ojos del horizonte sobre el que se habían posado al terminar mi historia y lo miré, sonrió. 

-Eres una gran mujer. Merecías la vida -se encogió de hombros-, pero elegiste no albergarla si tu honor había sido herido. No creo que meritases tan trágico final, pero tu inocencia y la bondad que atisbo en ti lo compensarán. Serás premiada con la paz eterna y tu padre y tu marido te darán venganza. 

»Serás perenne como las hojas de los cipreses en el mundo de los cielos, pero te prometo, querida Lucrecia, que serás también eterna en la historia de Roma.»

Ainhoa Chica, 2º F Bachillerato

MON EXPERIÉNCE EN FRANCE

16 de diciembre de 2020, por editorial2

Para el alumnado de 1º y 2º ESO que quiera ir a Francia.

IRATI LIANG AZCONA MARCOS de 2º Bto.A.

Me llamo Iqbal

11 de febrero de 2020, por editorial1

  • Seguramente no me conoces.

A ver si con mi apellido, te aclaras: Soy Iqbal Masih.

  • ¿Tampoco?

Bueno, no me extraña, Masih es un apellido corriente en Pakistán; tal vez conozcas a otros…

  • Además, me dispararon por la espalda a bocajarro, hace 25 años.
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El caso fue sonado, porque en 1995 Iqbal Masih acababa de viajar a Suecia y Estados Unidos, invitado por varias oenegés para participar en una campaña de denuncia internacional por la situación de la infancia en Pakistán. Y no se trataba de reivindicar a niños pobres, desnutridos o abandonados. ¡No! Eran niños esclavos, a menudo vendidos por sus familiares a empresarios de telares de alfombras y similares que les obligaban a trabajar mucho a cambio de nada. 

  • Oye, ¿te imaginas con 8 años trabajando 12 horas sin parar, agachado o encorvado casi todo el tiempo, y así 6 días y medio a la semana? 
  • El caso es que mis padres se habían endeudado.

No les culpo de mi mala suerte, porque simplemente hicieron lo que ya habían hecho antes otros muchos padres: Me vendieron a un fabricante para sobrevivir. 

Iqbal pasó a ser una piecita invisible de la gigantesca máquina de la división internacional del trabajo que, en tantos países, suministra mano de obra muy barata para que el comercio global oferte a bajo coste todo tipo de gangas y promociones del 3×2. En sombríos talleres urbanos de Lahore y otras grandes y medianas ciudades pakistaníes, los niños esclavos agostan su infancia a la vista de todos: Políticos, policías, consumidores, agentes comerciales extranjeros…todos simulan no ver.

  • ¡Anda, pues a mí sí que se me abrieron los ojos muy pronto! Yo quería dejar el taller, ser libre y estudiar. 
  • Claro que recibí palizas, pero, al fin, a la tercera intentona, conseguí fugarme. Y empecé a sobrevivir en la calle…porque si volvía a mi casa, se acababa todo.
  • Y, ¿sabes?, entonces encontré a Eshan Ullah Khan, un abogado grande con un bigote más grande todavía, que se dedicaba a liberar niños esclavos.
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El Frente para la Liberación del Trabajo Forzado, la organización de Eshan, se había creado para presionar al gobierno y al parlamento de Pakistán para que legislaran contra la esclavitud infantil e hicieran cumplir la ley. Consiguieron lo primero, pero lo segundo era más complejo. Así que los miembros del Frente se lanzaron a una campaña calle a calle para reunir a los niños explotados y darles a conocer sus derechos, incluso se acercaban a los talleres y persuadían a los patronos a que mejorasen la situación de los niños. Se trataba de mentalizar a explotados y explotadores.

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  • Yo tenía 10 años y un cuerpecito de birria, pero un día me levanté en la asamblea de los niños y hablé. Les conté mis sueños, grité que no éramos esclavos y que debíamos apoyar al Frente.
  • ¡No sabes qué éxito! Como era un niño esclavo y contaba mi experiencia, resultaba irrebatible. Y nos iba muy bien, porque cada vez más gente escuchaba al Frente.
  • ¡Gracias, Eshan! 

La actividad del Frente traspasó las fronteras de Pakistán. El gobierno recibió muchas presiones que acusaban al Frente de denigrar a Pakistán en el extranjero. La situación se fue complicando. Pero Eshan y los dirigentes del Frente pensaban que la campaña contra el trabajo infantil debía internacionalizarse y propusieron a Iqbal Masih aceptar la invitación a recibir un premio en Suecia a favor de los derechos de la infancia. Fue la gota que colmó el vaso.

  • Regresaba muy contento a mi aldea: ¡Iba a visitar a mi familia después de tanto tiempo! 
  • Aunque no te lo vayas a creer, yo me sentía ya mayor, con una misión que cumplir: Liberar a mis compañeros, los niños esclavos.
  • Que ¿qué hice en el extranjero? Me pareció otro mundo. Probé la coca-cola y te diré que no está mal.
  • Pero, de verdad, lo del extranjero me trae sin cuidado, ¡no tengo más que 12 años! y los fotógrafos y periodistas me tratan como si llevara pantalones cortos.

Su bicicleta quedó tirada y girando su rueda delantera durante un rato en el camino solitario. El niño yacía boca abajo en un charco de sangre. Fueron solo dos tiros por la espalda a bocajarro y el corazón de Iqbal dejó de latir y de soñar. Era el 16 de abril de 1995.

Iqbal corría hacia su casa relamiéndose en la gran cena de Pascua que iba a celebrar su familia tras la misa en la aldea (porque en el gran gigante islámico de Asia central, Iqbal pertenecía a la minoría católica). El gobierno pakistaní no movió un dedo para hacer justicia. Nunca se encontró al asesino. Se especula que había sido pagado por los fabricantes de alfombras. Y poco después, Eshan Ullah Khan fue expulsado de su país, convirtiéndose en el primer refugiado por luchar a favor de los niños esclavos, mientras la policía desmantelaba la organización.

  • Oye, no te apures, que yo estoy muy bien aquí arriba. Claro que luchar por la libertad y la justicia tiene sus riesgos, pero el premio y la victoria están asegurados. ¡Porque el corazón y el bien pueden más que las pistolas!
  • Si no te lo crees, entra en mi Instagram (@iqbalviveenelparaíso) y lo verás.

Consulta este vídeo 

UNA OPINIÓN SOBRE EL LIBRO

http://yoleiunlibro.blogspot.com/2017/01/resena-iqbal-masih-lagrimas-sorpresas-y.html

José Javier Lasunción. Departamento de Geografía e Historia

Mitomanía: «El juicio de Paris»

11 de febrero de 2020, por Administrador


En esta sección los alumnos y alumnas del Taller de mitología nos irán explicando, a través de infografías, las referencias mitológicas de diferentes obras de arte de renombre. En esta ocasión, Sergio Tellechea, de 1º BTO B, nos presenta El juicio de Paris, de Rubens.

Estancia en el CERN

27 de enero de 2020, por editorial1

El pasado mes de junio participé en una estancia de una semana en el laboratorio de física de partículas más importante del mundo, el Centro Europeo para la Investigación Nuclear (CERN).

El CERN es un gigantesco laboratorio ubicado en Meyrin (un pueblecito al lado de Ginebra) creado y mantenido por un consorcio de más de 20 países europeos (España forma parte del mismo) y constituye un ejemplo de las ventajas de la colaboración internacional en materia de ciencia y tecnología. El CERN dispone de un presupuesto anual de más de 1.000 millones de euros y en él trabajan más de 10.000 científicos de un centenar de nacionalidades. Alcanzó su mayor fama en 2012 por el descubrimiento de una partícula denominada bosón de Higgs; lo cual confirmaba que el marco teórico sobre la constitución de la materia planteado a comienzos de los años 60, el modelo estándar, era correcto. Este descubrimiento colocó al CERN en la portada de toda la prensa internacional y culminó con la concesión del premio nobel de Física a Peter Higgs y François Englert, por el descubrimiento teórico del mecanismo que proporciona masa a las partículas fundamentales, el campo de Higgs.

Vista aérea del CERN

Los experimentos que se realizan en un laboratorio de física de partículas tienen como objetivo investigar acerca de las partículas fundamentales que constituyen la materia que forma todo el universo, medir sus propiedades (carga, masa, espín, etc.), confirmar o desmentir las predicciones teóricas e, indirectamente, desvelar todas las incógnitas que tenemos sobre el origen del universo, la materia oscura o la energía oscura. De forma colateral, en estos laboratorios, se desarrollan tecnologías que aportan importantes mejoras a la sociedad en otras áreas. Entre ellas, no podemos olvidar que el sistema de hipertexto que se utiliza en Internet, conocido como la World Wide Web (WWW), fue desarrollado en el CERN entre los años 1989-90 por Tim Berners-Lee. O en el campo de la medicina nuclear, donde las primeras imágenes de la tecnología PET (Tomografía por emisión de positrones) fueron realizadas hace ya más de 40 años en este centro. O más reciente, la terapia con hadrones para luchar contra el cáncer, que se está perfeccionando en colaboración con el centro MedAustron de Austria.

Las infraestructuras instaladas en el CERN son aceleradores y detectores de partículas, y todo el equipamiento adicional electrónico e informático para realizar el análisis de los datos obtenidos. El acelerador más famoso es el LHC (Gran Colisionador de Hadrones), que tiene forma circular, mide 27 km de perímetro y se encuentra instalado en un túnel subterráneo a una profundidad de 100 metros bajo tierra, donde dos haces de protones son acelerados en sentidos opuestos hasta alcanzar una velocidad muy próxima a la de la luz, para posteriormente hacerlos chocar en el interior de unas gigantescas cavidades donde se ubican los detectores de partículas. De la colisión, surgen nuevas partículas que a su vez se desintegran en otras, y son detectadas y medidas sus propiedades con gigantescos aparatos denominados detectores. Los más conocidos del CERN son el CMS (Solenoide Compacto de Muones) y el ATLAS (Aparato Toroidal del LHC). Para poder hacerse a la idea de la magnitud de estas instalaciones, aquí van algunos datos:

  • Los 27 km del LHC se mantienen a una temperatura de funcionamiento de -271 º C (dos grados por encima del cero absoluto)
  • Los imanes superconductores tienen una masa superior a las 37 toneladas y la longitud del cable superconductor usado supera los 7.600 km.
  • La energía almacenada en los imanes equivale a la energía de un avión Airbus A380 a 700 km/h.
  • Con la energía almacenada en los haces de protones se podría fundir una tonelada de cobre.
  • La inversión realizada en el LHC supera los 6.500 millones de euros.
CERN LHC Tunnel

El LHC en el interior del túnel subterráneo

El CERN, en un intento de fomentar el interés por la física de partículas y hacer partícipes de la investigación a los estudiantes de niveles no universitarios, organiza programas de formación para profesores de física con el objetivo de que lo extiendan entre el alumnado. Dichos programas consisten en estancias temporales, generalmente de una semana, donde se combinan sesiones formativas, talleres prácticos y visitas a las instalaciones. 

Lo primero que sorprende cuando uno llega al CERN son sus dimensiones:  2 sedes principales y 15 secundarias, más de 600 edificios, 70 kilómetros de túneles, 30 km de carreteras, 80 cavernas experimentales, 3 hoteles en su interior (495 habitaciones para albergar al personal temporal) y una superficie total de 636 hectáreas.

En la estancia del pasado mes de junio, participamos 50 profesores de toda España. Nos alojamos en uno de los hoteles interiores del laboratorio y pudimos compartir espacios y experiencias con los investigadores que trabajan allí. A lo largo de la semana de trabajo, en las sesiones matinales, recibimos charlas teóricas sobre el modelo estándar,  los diversos experimentos que se realizan allí, el descubrimiento del bosón de Higgs, la materia y la antimateria, la física de los neutrinos, las fronteras de la física actual, el funcionamiento de los aceleradores y detectores de partículas, el tratamiento informático de los datos obtenidos y la interpretación de los resultados.

Foto del grupo de profesores de la estancia de junio de 2019

Posteriormente, realizamos talleres prácticos donde pudimos trabajar con datos reales obtenidos en los detectores y visionar los datos extraídos de los detectores de partículas, y aprendimos a interpretar los resultados obtenidos mediante análisis estadísticos. Realizamos también sesiones de laboratorio donde construimos una cámara de niebla y pudimos observar las trazas que dejan las partículas en la misma (experimento que vamos a reproducir en el instituto en los próximos meses).

Además tuvimos la oportunidad de visitar muchas instalaciones: la fábrica de antimateria, el centro de control, el centro de cálculo, el microcosmos o la biblioteca. En el CERN, hay una máxima y es que uno puede acceder a cualquier dependencia donde la puerta esté abierta.

Pero la visita estrella fue, sin lugar a dudas, el detector CMS, una máquina de 21 metros de largo, 16 metros de diámetro y más de 13.000 toneladas. Está ubicada en una caverna subterránea a 100 metros de profundidad. Las colosales dimensiones sorprenden a cualquier visitante y por ello se dice que estas máquinas son las “catedrales de la ciencia”.  El CMS fue uno de los detectores en los que se verificó la existencia del bosón de Higgs.

El detector CMS (conocido en la prensa como “la máquina de Dios”)

No faltaron, por supuesto, actividades lúdicas, como la gynkana por Ginebra o la degustación de una exquisita  fondue de queso; si bien el tiempo no acompañó, ya que tuvimos una ola de calor de 38º a la sombra.  También tuvimos largas tertulias entre profesores e investigadores, entre los que cabe destacar a John Ellis, profesor del King’s College (Cambridge) y galardonado con múltiples premios (Mayhew Prize, Maxwell and Paul Dirac Medal and Prize). Una experiencia inolvidable y muy recomendable para otros compañeros.


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Con el profesor John Ellis en el CERN


Miguel Ríos Martín

Doctor en Física Teórica

Profesor del IES Navarro Villoslada de Pamplona

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