Entrevista a Miguel Araiz Vega (promoción del 2009), profesor y Doctor de Ingeniería Industrial de la UPNA y miembro del Grupo de Investigación en Ingeniería Térmica y Fluidos (ITF) de la UPNA y desde 2016 del Instituto de Smart Cities (ISC)
Judit Ciscar, Miren Fernández y Anyeri Pérez, 1º BTO A
Este curso hemos tenido la oportunidad de conocer y entrevistar al investigador en energías renovables Miguel Araiz Vega. Miguel fue alumno de nuestro centro entre 2003 y 2009, y el año pasado saltó a las noticias por el desarrollo de un prototipo de generador termoeléctrico que aprovecha el calor geotérmico de origen volcánico para producir energía eléctrica en la Antártida. Miguel nos recibió en la UPNA y muy amablemente se prestó para contestar nuestras preguntas, explicar y desarrollar su investigación y el proyecto en el que participa, VIVOTEG (Generadores Termoeléctricos Autónomos para Vigilancia Volcánica). Miguel nos recibió con una sonrisa y un tono muy cordial, lo que, sinceramente, me trajo mucha calma pues al ser mi primera vez entrevistando a alguien, me encontraba un poco nerviosa. Después de las presentaciones del entrevistado, las entrevistadoras y las tutoras, Miguel nos llevó a los laboratorios en donde se dedicó a explicarnos brevemente qué era VIVOTEG y cómo la tecnología que estaban desarrollando funcionaba a través de un sencillo experimento en el que con una vela se le transmitía calor a dos pequeñas placas que serían las que eventualmente convertirían esa energía térmica en electricidad y así generar movimiento en una pequeña turbina. A parte también nos dio un pequeño tour por el laboratorio enseñándonos el espacio en el que trabajaban.
Cuéntanos, primero, un poco sobre ti y, sobre todo, de tu vocación.
Soy un chico que nació en Estella, estuve estudiando unos años en allí, cuando a los 10 años vinimos con mi familia a vivir aquí a Pamplona, Ermitagaña. Después, hice toda la ESO y Bachillerato en el Navarro Villoslada y a al momento de pasar a estudios superiores no tenía muy claro qué carrera a estudiar, así que elegí ingeniería industrial, ya que era muy general y me daba la oportunidad de tocar diferentes áreas antes de decidir por dónde encaminarme. Hice la carrera aquí en Navarra, en la UPNA y el último año hice un Erasmus para hacer el proyecto de final de carrera en Alemania. La experiencia no me gusto demasiado pues las expectativas que tenía sobre cómo se enseñaba ingeniería allí estaban muy idealizadas, lo que me llevó a darme cuenta que aquí en casa también se hacen las cosas bien. Finalmente, se me presentó la oportunidad de desarrollar mi tesis doctoral y posteriormente también la de quedarme como profesor aquí en la UPNA y desde entonces, aquí sigo.
¿Puedes contarnos un poco de tu experiencia en el Navarro Villoslada? ¿Cómo fueron tus años de la ESO y Bachiller?
¡Tengo muy buenos recuerdos! Me gustaba mucho que fuéramos tantas clases y que nos juntáramos entre varios colegios, siempre conocías a muchas personas. También el ambiente familiar que se respiraba era muy agradable, me gustaba bastante las actividades extra que se hacían como el festival de navidad, las actividades deportivas, el viaje de fin de año a Italia o la semana azul, blanca… Estoy muy contento con la formación que recibí.
¿Te pareció muy complicada la carrera? ¿Tienes algún consejo para los interesados en hacer ingeniería industrial?
Bueno, la dificultad es relativa, sí requiere mucho trabajo, ir a las clases, tener las cosas al día, la organización es esencial para afrontar los exámenes de la mejor manera. Si tienes esto bajo control podrás dedicar tu tiempo a hacer muchas otras cosas, como idiomas, actividades deportivas, viajar, tener relaciones sociales, entablar buenas amistades y disfrutar de esa etapa universitaria que te ofrecerá la oportunidad de madurar como persona.
¿Qué es VIVOTEG y cuál es su origen?
Es un proyecto de investigación financiado por la Agencia Estatal de Investigación de España donde el objetivo principal es desarrollar generadores termoeléctricos para la vigilancia volcánica. Es un proyecto pensado especialmente para abastecer de energía eléctrica sistemas de monitorización volcánica o de estaciones geológicas aprovechando el calor de volcanes activos. Nosotros hemos desarrollado dispositivos capaces de hacer esta transformación de calor en electricidad desarrollando todo el generador completo. También se realizó una optimización de todos los elementos que forman parte de este generador, que ahora es capaz de producir por primera vez a nivel mundial la energía eléctrica en la Antártida de un volcán activo.
¿De qué manera esta nueva forma de conseguir energía afectará a la investigación volcánica y a su progreso?
El objetivo es producir electricidad pero el fin último es hacer útil esa electricidad y que sirva para grupos de investigación en geología o en vulcanología para que puedan tener de manera continua durante todo el año información sobre qué le pasa a ese volcán porque hasta ahora la única información que tienen es de cuando ellos están físicamente allí los 4 meses que que dura la campaña antártica pero luego, una vez que se marchan tienen que llevarse todos equipos ya que no hay manera de alimentarlos. Con nuestra tecnología el objetivo final es que mientras están allí pero sobre todo cuando no están allí, haya un sistema que genere electricidad y que abastezca todos estos equipos y que tengan información de lo que está ocurriendo en esa zona durante todo el año.
¿Cómo funciona el proceso de aprovechamiento de la energía térmica?
La clave para hacer funcionar todo esto son los módulos termoeléctricos que son capaces de con una diferencia de temperaturas generar esa potencia eléctrica. Sin embargo, no basta solo con eso; hace falta transportar de la manera más eficiente posible el calor desde el suelo dónde esa temperatura alta en el suelo del volcán hasta los módulos termoeléctricos que están en la superficie y después desde los módulos hasta el ambiente de esa manera se consigue maximizar el salto de temperaturas que tenemos real. Además, una de las claves de este proyecto en la que nosotros hemos participado activamente ha sido la de desarrollar estos sistemas de intercambio de calor eficientes entre el suelo y el módulo y entre el módulo y el ambiente, esa es también la clave dé de que seamos capaces de generar suficiente energía eléctrica como para poder abastecer sistemas de vigilancia volcánica.
¿Y el proceso de transformar la energía térmica a electricidad?
Dentro de los módulos termoeléctricos se producen varios fenómenos físicos, el que nosotros aprovechamos se llama efecto Seebeck que es el de dos materiales de naturaleza distinta con unas características distintas, uno rico en electrones y otros ricos en huecos. Por esa excitación térmica lo que se hace es inducir que los electores viajen de un semiconductor a otro y eso es lo que provoca la corriente.
¿Lográis almacenar esta energía? ¿Puede de alguna manera esta de conseguir energía extrapolarse y convertirse en una manera de abastecimiento mundial?
Eh.. no, ¡ojalá! Lo malo de esta tecnología, que no lo he contado antes, es que es súper ineficiente. La cantidad de vatios de calor que hay que transformar para conseguir un vatio de potencia eléctrica es brutal, estamos hablando del 3 % de eficiencia. Por cada 100 vatios de calor que le robo al suelo solo 3 se convierten en electricidad. Las plantas eléctricas que se utilizan ahora generan una eficiencia del 30% — 40%, o sea, que estamos compitiendo en otras ligas. (Risas).
¿Cómo fue tu estancia en la base militar en la Antártida y cómo fueron tus días allí?
¡Una oportunidad increíble!No me lo esperaba pero ni cuando estaba en navarro ni cuando estaba en la carrera ni cuando estaba haciendo la tesis y casi ni el año pasado cuando me dijo mi jefe. Fue una experiencia única, estábamos en un sitio tan remoto; tardamos casi 3 días en llegar, fuimos en avión hasta Santiago de Chile, luego hasta Puntarenas que es la ciudad más al sur. Desde ahí cogimos un avión hasta una islita cerca de la nuestra, la isla Rey Jorge, cogimos un barco y durante 2 días estuvimos viajando hasta la isla. Pensaba que ese sitio iba a ser lo más remoto del mundo y que iba a sentirme solo, sin embargo, en la base vivíamos 30 personas en 120 metros cuadrados. Algunos estaban para investigar a los pingüinos, los otros otros con no sé qué, y nosotros nos íbamos a acabar zanjas para meter los cacharros; era ese frenetismo concentrado en que teníamos que sacar el trabajo adelante. Había tanta intensidad que, ¡casi que vivía agobiado! Me costó unas semanas el volver a recuperar la tranquilidad. Sin embargo, la experiencia de colaborar con otros científicos también fue enriquecedora e increíble.
También esta experiencia me preparó para estar listo ante cualquier adversidad, teníamos que llevar todo el material que íbamos a necesitar porque allí no había una tienda para comprar un destornillador si se nos estropeaba algo entonces teníamos que prever muchísimo qué material íbamos a utilizar, aparte de utilizar la creatividad para resolver los problemas que se iban presentando en el camino. Es verdad que allí estábamos muy bien cuidados, muy bien mantenidos y no nos faltó nada de comida o calefacción. Había 15 militares que eran los que hacían operativa la base, nos cocinaban, había una médico, una persona encargada de revisar el generador eléctrico, la calefacción, una persona encargada de todo el sistema de logística y de coordinar el barco para que no faltase nada. Allí estuvimos un mes y veintiún días.
¿Compartíais el trabajo con los otros científicos de la base?
¡Sí! Compartimos las penurias y las tristezas. Algo que me gustaba mucho era que cada ciertas noches, después de cenar, organizábamos charlas contando lo que hacíamos al resto de la base poniendo en común todos los avances que se lograban.

