¿Alguna vez os habéis preguntado la procedencia de vuestras expresiones cotidianas? Muchas de las expresiones actualmente utilizadas en occidente vienen de la cultura grecolatina. Esto se debe a la influencia de estas civilizaciones en el mundo contemporáneo. Gracias al experto en paremiología Fernando García Romero (Almería, 1960) autor de Lechuzas a Atenas (Madrid, Edaf, 2022), y a la asignatura Cultura Clásica de 1º BTO.
«Ser un sibarita»
Irene Íñigo Ruiz de Gaona, 1º BTO D
La palabra sibarita fue incorporada al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española y ha sido utilizada ampliamente a lo largo de la historia de la literatura universal. Ya en el 421 a. C., apenas 90 años después de la desaparición de la ciudad ubicada, en lo que hoy sería Italia, de Síbaris, Aristófanes, en su obra La Paz menciona esa expresión. Se refiere a aquellos a los que les gusta comer bien y vivir con placeres y lujos, como sibaritas, ya que a los ciudadanos de aquella ciudad se les atribuye esa fama: querer vivir bien, disfrutando de los placeres de la vida y, sobre todo, de la buena comida.María Moliner, la autora española del siglo XX que dio nombre al diccionario español más famoso de esa época, recogió ese término como de una palabra más del lenguaje español. A día de hoy es una entrada del diccionario de la R.A.E, y se refiere a la misma como dicho de una persona que se trata con mucho regalo y refinamiento. Y menciona como sinónimos, entre otros, a los términos exquisito y refinado.
La palabra se mantiene en bastantes idiomas, tales como el español, el gallego, el catalán, el portugués, el italiano o el rumano, viendo con esto la influencia de la tradición clásica en diversas lenguas. Tan solo los bocados más finos y las telas más elegantes eran dignas de los sibaritas. Les gustaba el descanso, la tranquilidad y la comodidad. No aceptaban cualquier cama tampoco y debían descansar con el mayor de los lujos. Necesitaban dinero y esclavos, pero el problema llegaba cuando se tenían que enfrentar a otras ciudades. ¿Cómo pelear si resulta algo tan vasto y desagradable? No quedó otra que perder y desaparecer como ciudad. Pero su fama perduró y todavía a día de hoy cuando nos referimos a alguien muy fino, demasiado elegante o, incluso, remilgado, le llamamos sibarita. No porque sus antepasados fueran de esa ciudad, pero sí porque sus gustos y aficiones recuerdan a aquellos habitantes tan peculiares.
Han pasado muchísimos años desde su desaparición, mucha gente que utiliza la palabra no sabe de su procedencia, pero la fama ahí queda. ¿Os imagináis que empezamos a llamar brutos a los habitantes de Ancín? ¿Qué ellos se ganan su fama? ¿Qué cuando vemos a alguien muy bruto decimos que es un ancinés? ¿Qué esa expresión la empieza a decir más gente? ¿Qué hay escritos importantes que empiezan a hacer uso de esa palabra con ese significado en sus obras? ¿Qué esa expresión queda en el lenguaje popular y se sigue utilizando dentro de dos mil años? Pues eso, a ver quién se lo imaginaba en Sibaris.
La palabra sibarita fue incorporada al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española y ha sido utilizada ampliamente a lo largo de la historia de la literatura universal. Ya en el 421 a. C., apenas 90 años después de la desaparición de la ciudad ubicada, en lo que hoy sería Italia, de Síbaris, Aristófanes, en su obra La Paz menciona esa expresión. Se refiere a aquellos a los que les gusta comer bien y vivir con placeres y lujos, como sibaritas, ya que a los ciudadanos de aquella ciudad se les atribuye esa fama: querer vivir bien, disfrutando de los placeres de la vida y, sobre todo, de la buena comida. María Moliner, la autora española del siglo XX que dio nombre al diccionario español más famoso de esa época, recogió ese término como de una palabra más del lenguaje español. A día de hoy es una entrada del diccionario de la R.A.E, y se refiere a la misma como dicho de una persona que se trata con mucho regalo y refinamiento. Y menciona como sinónimos, entre otros, a los términos exquisito y refinado.
La palabra se mantiene en bastantes idiomas, tales como el español, el gallego, el catalán, el portugués, el italiano o el rumano, viendo con esto la influencia de la tradición clásica en diversas lenguas. Tan solo los bocados más finos y las telas más elegantes eran dignas de los sibaritas. Les gustaba el descanso, la tranquilidad y la comodidad. No aceptaban cualquier cama tampoco y debían descansar con el mayor de los lujos. Necesitaban dinero y esclavos, pero el problema llegaba cuando se tenían que enfrentar a otras ciudades.
¿Cómo pelear si resulta algo tan vasto y desagradable? No quedó otra que perder y desaparecer como ciudad. Pero su fama perduró y todavía a día de hoy cuando nos referimos a alguien muy fino, demasiado elegante o, incluso, remilgado, le llamamos sibarita. No porque sus antepasados fueran de esa ciudad, pero sí porque sus gustos y aficiones recuerdan a aquellos habitantes tan peculiares.
Han pasado muchísimos años desde su desaparición, mucha gente que utiliza la palabra no sabe de su procedencia, pero la fama ahí queda. ¿Os imagináis que empezamos a llamar brutos a los habitantes de Ancín? ¿Qué ellos se ganan su fama? ¿Qué cuando vemos a alguien muy bruto decimos que es un ancinés? ¿Qué esa expresión la empieza a decir más gente? ¿Qué hay escritos importantes que empiezan a hacer uso de esa palabra con ese significado en sus obras? ¿Qué esa expresión queda en el lenguaje popular y se sigue utilizando dentro de dos mil años? Pues eso, a ver quién se lo imaginaba en Sibaris.
De golondrinas, cisnes y petirrojos
Maialen Pérez Álvarez 1º BTO F
Aristóteles afirmaba que las expresiones proverbiales son “restos de una antigua sabiduría perdida en el curso de las grandísimas catástrofes humanas, que han sobrevivido a causa de su concisión y su agudeza”. Yo voy a hablar de refranes relacionados con 3 animales distintos: la golondrina, el cisne y el petirrojo.
En la primera parte del Quijote tiene lugar una conversación entre Don Quijote y Vivaldo. En ella, el primero expresa al siguiente que un caballero debe tener una dama, y Vivaldo argumenta diciendo que Amadís de Gaula nunca tuvo dama y que a pesar de ello fue un famoso y valiente caballero. A esto, el Quijote replica utilizando el refrán con el que voy a empezar: ‘una golondrina sola no hace verano’.
Seguramente os preguntaréis qué quiere expresar este dicho, pues bien, este refrán expresa la idea de que no se puede deducir una regla general a partir de un solo caso. Por ejemplo, si una persona que emigra a otro país y su experiencia allí no es la mejor, porque no se llega a adaptar a la cultura, o no encuentra trabajo; eso no quiere decir que a cualquiera que vaya a ese mismo país le irá de igual forma.
El origen de este refrán, al igual que el de muchos otros se encuentra en la Antigüedad clásica; sin embargo, en este caso el viaje del refrán desde esos tiempos hasta las lenguas modernas ha estado, por así decirlo ‘lleno de baches’. Este refrán ha sobrevivido en las lenguas modernas por vía culta, debido al uso que se le ha dado en diversas obras literarias y filosóficas; es mencionado en las obras de los eruditos del Renacimiento, como en los Adagia de Erasmo de Rotterdam, entre muchas otras anteriores y posteriores a este libro. Por lo tanto, el refrán ha pasado del griego antiguo al latín clásico, de este al latín medieval y por último a las lenguas modernas, siendo uno de los refranes más extendidos en las lenguas modernas, ya que está documentado en CUARENTA Y NUEVE lenguas europeas (francés, alemán, inglés, catalán, portugués..).
Dejando a las golondrinas de lado, voy a pasar a otra ave que ha sido mencionada a lo largo de los tiempos, en obras tan hermosas como ‘El Patito Feo’, así que hablemos del cisne.
En la tragedia Agamenón de Esquilo, la reina Clitemnestra, esposa de Agamenón, rey de Micenas, tras haber asesinado a la profetisa troyana Casandra, dice sarcásticamente que su víctima yace muerta ‘a la manera de un cisne tras haber cantado su postrer lamento’. Es el texto más antiguo que alude a la locución ‘canto del cisne’, documentada luego en numerosos textos griegos y latinos y que todavía empleamos hoy, para designar la idea de que la última acción de una persona puede expresar su mayor belleza o talento, y ser una demostración de su genio.
Esta locución tiene su origen en la creencia popular de que los cisnes cantan una hermosa melodía cuando se están muriendo, debido a la pena que sienten por abandonar la vida; aunque Sócrates difería en esto, él consideraba que era una creencia equivocada que nacía de que los hombres traspasaban a los cisnes su propio miedo ante la muerte; según él, en realidad estos cantaban su hermosa última canción por pura alegría de saber que se iban a reunir con Apolo (el cisne era un animal consagrado a ese dios). Así sería esta, su última canción, la última obra magnífica que estas gráciles aves realizan.
Hay casos en los que a diferencia de estos dos refranes que he explicado, estas expresiones pueden desarrollarse independientemente de otras documentadas en la Antigüedad griega y latina, y esto es lo que podría haber ocurrido con el refrán: ‘un solo matorral no alimenta a dos petirrojos’ que se decía a propósito de los inevitables conflictos que surgen cuando dos personas deben compartir. Este último refrán, también fue utilizado por Aristóteles en ‘Las avispas’, cuando dos perros que representan a dos políticos atenienses se enfrentan en un juicio y uno de ellos pide a los jueces la condena de su rival ya que: ‘nunca un solo matorral podrá alimentar…. a dos ladrones’. Aunque no ha sido posible establecer una línea de continuidad que ligue el refrán antiguo con sus equivalentes modernos, sí que podemos ver cómo se han utilizado distintos animales para expresar lo mismo; como por ejemplo: ‘dos gallos en un corral se llevan mal’.
«Mandar a freír espárragos»
Naroa Larrauri, 1º BTO F
Según la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes el refrán es “la voz del pueblo, su identidad, su pensamiento. Por eso los refranes no envejecen nunca, son siempre nuevos y vigentes, tan válidos ayer como hoy. Por eso, si los hay amargos, sonrientes, incómodos …, es porque los hombres -la vida- tenemos momentos de todo esto”.
En concreto, un refrán, es una expresión o frase corta que se utiliza para transmitir, de generación en generación, una idea o una enseñanza popular. Se utilizan para expresar una opinión, dar un consejo o simplemente describir una situación. En nuestro caso vamos a explicar una expresión muy utilizada cuando estamos hartos de los comentarios o impertinencias de alguien y queremos que desaparezca de nuestra vista: “Vete a freír espárragos”.
Su origen parece estar en el proverbio latino “Citius quam asparagi coquantur” que significa “más rápido que el tiempo que se tarda en cocer los espárragos”. En contraste, el “freír”, se asociaría a una tarea que requiere más tiempo y que en sentido figurado llevaría a alguien a tenerlo tiempo ocupado. En España su origen se sitúa en el siglo XIX. Con idéntico sentido, aunque hoy apenas se utiliza, está la variante “anda a esparragar, vete a hacer gárgaras…”. Pero también existen versione en otros idiomas, como en italiano “andare a frigere i maccheroni” o en inglés, “go jump in a lake” o “tell someone to get lost”.
En la antigua Grecia no enviaban a los indeseables a cocinar ninguna verdura, sino que los enviaban a “los cuervos” (expresión atestiguada en Arquíloco de Paros, poeta del s. VII a.C.). Es decir, decir a un griego que su cuerpo no fuera sepultado y sirviera de comida a aves de rapiña era una de las peores cosas que alguien pudiera desearte. Pero si un griego estaba especialmente enfadado con alguien recurría a maldiciones más contundentes: “así te pudras en el infierno” o “así digas las tres cosas junto al patio” (a los condenados a muerte les concedían la libertad de decir tres cosas, tras hartarse de comida y vino y les llevaban previo a la ejecución, a un lugar denominado “el patio”).
No es difícil ver, en los refranes que utilizamos con frecuencia, un ejemplo de nuestros orígenes en la cultura grecolatina.