Se despierta, mira el reloj: son las 12:30. “¡Que tarde!” piensa. Ayer salió de fiesta. Era domingo y no tenía planes, así que cogió el móvil y entró en Whatsapp. Entra en el grupo de sus amigos, “Los machotes”, y entonces recuerda la gran noche del día anterior. Mira las fotos que han mandado y se ríe viéndolas. En ellas se les ve a ellos y a una chica. No la conoce ni tampoco su nombre, pero hizo que para él y sus amigos fuese una noche inolvidable.
En ese momento alguien golpeó la puerta.
―¡Policía, policía! ¡Abra la puerta y póngase las manos en la cabeza, de lo contrario tiraremos la puerta abajo!
Sergio hace caso, aunque no entiende qué es lo que pasa. Le meten en un coche y le llevan a comisaría. Allí le dirigen a una sala con un señor.
―¿Qué hizo ayer a la noche? ―pregunta el hombre sentado delante de él.
―Vi una peli con mis amigos.
―¿Podría darme sus nombres?
―¿Para qué los quiere?
―Eso es asunto de la policía.
―Ah…Claro. Se llaman Javier Perez, Luis Gomez, Daniel Goñi y Jorge García―miente.
―¿Dónde vieron la película?
―En casa de Jorge y luego cada uno se fue a su casa.
―¿Sobre qué hora se marcharon?
―A la una y media de la mañana.
―Muy bien, muchas gracias.
―A usted ―se despide.
Sabía que todo lo que había dicho era mentira, pero no iba a inculpar a sus amigos. Salió de la comisaría y se fue a su casa.
A los días recibió una carta de la policía solicitándole que fuese a un juicio . Si Sergio no iba, se podría meter en problemas, así que decidió ir. A la mañana siguiente estaba en la puerta del juzgado a las diez, la hora a la que le habían citado, y entonces fue cuando la vio, y esta vez sí que la reconoció. Era la chica de los vídeos. Le apareció una sonrisa burlona en la cara y decidió ir a hablar con ella, pero antes de que pudiese decirle nada, le pararon dos policías que, no muy educadamente, le condujeron dentro de la sala. Le sentaron en una silla al lado de lo que parecía un abogado y en ese momento apareció un juez en lo alto del estrado.
―Estamos aquí por la denuncia de una violación el pasado domingo a la madrugada. Ahora escucharemos el discurso de la víctima.
Después de oír esto, Sergio se quedó petrificado. Con las prisas, al entrar ni siquiera se dio cuenta de que dos sillas hacia su derecha se encontraban sus amigos Telmo López, Carlos Diaz, Iker González y Pablo la Fuente. Todos estaban allí con la misma expresión de miedo que él en sus rostros. En ese momento la chica de la entrada del juzgado subió al estrado.
―El domingo a las tres y media de la mañana volvía a casa después de haber salido de fiesta con mis amigas. Iba por una calle poco transitada, pero dejó de estarlo en cuanto los cinco chicos aquí presentes aparecieron en la acera de enfrente ―. Se para un momento a respirar y se ve cómo se le empiezan a llenar los ojos de lágrimas―. En ese momento, me acorralan y me llevan a un portal. Empiezan a manosearme mientras me quitan la ropa y…―se echa a llorar y no puede terminar la frase.
El juez le hace bajarse del estrado, pero no sin antes hacerle una pregunta:
―¿Qué ropa llevaba?
La joven, de lo sorprendida que está, deja de llorar y se queda petrificada. El juez, al no obtener respuesta, hace subir a Carlos al estrado. Sergio rezaba por que no dijese la verdad, pero no tenía muchas esperanzas, ya que de los cinco era el más bocazas.
―Ayer salimos de fiesta y estuvimos bailando y dándolo todo, ya me entendéis, y cuando fuimos al supermercado por más bebida nos encontramos con ese bombón ― se ríe.
―Me llamo Laura ―grita ella.
―Muy bien, Laura ―dice con tono burlón―, pues, eso, y señor juez le diré yo cómo iba vestida: una falda roja, corta, super provocativa con unos tacones negros y un escote como para no mirar. ¿Cómo pretende usted que no nos acerquemos a hablar con ella?
Carlos tenía razón en todo lo que dijo. ¿Acaso esa tía no les iba provocando? Aunque ahora a ella no se la veía muy bien. “Es una calienta braguetas, así que se merece lo que le hicimos”.
―Señor Carlos, ¿acaba de decir que solo fueron a hablar?
―Así es, su señoría, solamente conversamos.
―Se pospone el caso por falta de pruebas. Se citará otra reunión para dar el veredicto.
Salimos del juzgado, pero no dejan que hablemos entre nosotros, por lo que nos requisan los móviles para buscar pruebas.
A la noche Sergio está viendo la televisión cuando en las noticias cuentan el caso de la violación, y se ven concentraciones de gente haciendo un minuto de silencio por la víctima. Le afecta, y mucho más de lo que cree. Ve mucha gente llorando, pero también gente con odio que les desea la muerte y esa imagen le marca.
El último día del juicio, se arrepiente. Es consciente de lo que le hizo a Laura. Le fastidió la vida. No sabía si le había pasado el SIDA o si estaba embarazada. Se avergüenza de su comportamiento. Todo por estar desesperados, por hacerse “los machitos”, por un par de copas, por inconscientes, por irrespetuosos. La voz del juez corta sus pensamientos:
―El veredicto es… que son inocentes.
No se lo cree. Con lo que le hicieron, ¡inocentes! Inocentes! Entonces la mira. Ella llora desconsoladamente con la mano en su vientre, y entonces lo sabe, sabe que está embarazada.
Lo llevará en su conciencia toda su vida y el recuerdo de las consecuencias del animal que es.
Esther Tuñón, 4ºA