Vivimos una época de globalización económica, avances tecnológicos y científicos, y riesgos medioambientales que tienen consecuencias sociales, políticas y económicas tanto a nivel mundial como local. Se plantean nuevas necesidades y dilemas que debemos resolver. Estas transformaciones están afectando tanto a la forma en que se organizan los países como al modo en que las personas nos relacionamos y pensamos y está haciendo que cada vez más personas queden excluidas de los bienes del planeta y de las decisiones sobre ellos.
La juventud somos uno de los grupos más vulnerables a la crisis económica y a la globalización. Somos 1.800 millones de jóvenes entre 10 y 24 años. Pero 1 de cada 10 vive en zonas de conflicto y 24 millones no asisten a la escuela. La inestabilidad política, los desafíos del mercado laboral y el limitado espacio para la participación política y cívica han llevado a nuestro aislamiento de las sociedades.
En 1999, Naciones Unidas designó el 12 de agosto como Día Internacional de la Juventud, para promover el papel de las personas jóvenes como protagonistas en los procesos de cambio y generar un espacio para concienciar sobre los desafíos a los que nos enfrentamos. En el año 2019, este día hace hincapié en el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 4: “Garantizar una educación de calidad inclusiva y equitativa y promover oportunidades de aprendizaje a lo largo de la vida para todas”.
La educación nos debe llevar a unos resultados de aprendizaje relevantes y eficaces, vinculados a un futuro desempeño profesional, pero es difícil que contribuya de verdad al progreso de la humanidad si no da respuesta a las oportunidades y dificultades que traen los nuevos cambios sociales y desarrolla competencias necesarias para vivir en una sociedad mejor en un mundo globalizado.
Además de adquirir nuevos conocimientos técnicos, queremos y debemos aprender sobre las relaciones humanas, la participación social, la solidaridad, el pensamiento crítico…
La juventud de hoy sí tiene ganas de participar en los procesos sociales y políticos, pero no sabe cómo colocarse ante una sociedad que nos exalta y reprime. No confiamos en el sistema educativo que limita nuestra creatividad, individualidad y nuestras capacidades. Nos sentimos decepcionadas por quienes gobiernan, que hablan en nuestro nombre y, por eso, buscamos y valoramos como prioritario espacios donde se nos escuche, en los que poder crecer y formarnos para ejercer una ciudadanía activa para la transformación social, como son los Grupos de Acción Social de medicusmundi, un espacio extraescolar.
Necesitamos lugares donde reunirnos con otras personas, desarrollar habilidades y adquirir las herramientas necesarias para desarrollar soluciones innovadoras a los problemas más grandes del mundo. Hacen falta alternativas para aprender las cosas que no se aprenden en las escuelas, que se valore nuestra opinión y eso nos haga sentir más útiles e importantes de lo que, muchas veces, la sociedad cree que somos.
Es fundamental generar espacios de participación real donde las personas jóvenes seamos protagonistas del cambio social, porque somos capaces de generar respuestas a los problemas mundiales de nuestro tiempo y no es posible el cambio sin nuestra participación.
Si queremos que las personas jóvenes sean protagonistas de la transformación social, es imprescindible que la Educación vaya mucho más allá de las notas de un examen.
¡Somos el presente y el futuro del planeta!
Samira Suleimanova, 2º Bach. G