Puede que para muchas generaciones pasadas Quevedo sea solo un poeta del Siglo de Oro, aquel de “Érase un hombre a una nariz pegado”, pero para la nuestra “Quevedo” también es el nombre detrás del éxito Quédate, la canción del verano del 2022; la que nos trae tantos recuerdos felices. Y puede que por eso el Concierto de Quevedo el pasado octubre en el Navarra Arena fuera más una celebración que un evento musical.
Como siempre la celebración empezó en las inmediaciones del Navarra Arena con las cuadrillas organizando turnos en las colas de los accesos para lograr los mejores lugares posibles. Hacía muchísimo calor, y cuando por fin abrieron las puertas hora y media antes de la hora programada para el concierto, nos atropellamos y nos agrupamos como si aquello fuera el chupinazo de los Sanfermines. Fue un poco agobiante y muchos nos quedamos con la impresión de que todo aquello podía estar mucho mejor organizado. No sé si fue cosa de la organización, pero, sin telonero, el concierto empezó media hora tarde y a Quevedo no le faltaron algunos abucheos cuando por fin apareció en el escenario, solo, sin apoyos de músicos y sin más escenografía que el de un juego de luces, la verdad, bastante impresionantes. A partir de ahí, la espera y los agobios no importaron: habíamos ido a pasarlo bien. Empezó el concierto con una de sus canciones más nuevas y se emocionó al darse cuenta de que a pesar de que la acababa de lanzar, el público se la sabía y la coreaba, fue muy tierno. A partir de ahí Quevedo no paró de saltar, gritar, moverse de un lado a otro del escenario en un derroche de energía que contagiaba, incluso aunque no te supieras todas las canciones. Hasta que el Navarra Arena se calmó cuando llegó su cara más sentimental con Me falta algo, haciendo que mucha gente se emocionaran. Pero claro, faltaba su canción estrella. Cuando parecía que no iba a cantarla, que se acababa ya el concierto, sonó “Quédate” y, como podéis imaginar, todos nos dejamos los pulmones y la voz.
Y sí, sin músicos, con la música grabada, a veces por encima de la voz de Quevedo, sin una palabra cariñosa para el público, sin atarse al cuello el pañuelico de los Sanfermines que le lanzaron al escenario, puede que con una abuso del autotune, sin bises, en solo hora y quince minutos, sí, puede que no fuera un gran concierto, puede que no fuera ni siquiera un concierto musical, pero da igual. Fuimos a celebrar, a sentir chutes de energía y felicidad.
Autora: Candela Lecumberri Saiz (1º BTO A)