ENTREVISTA A ADRIANA GOÑI SARRIÉS, PSICÓLOGA CLÍNICA DE LA RED PÚBLICA DE SALUD MENTAL Y RESPONSABLE DE LOS HOSPITALES DE DÍA DE NAVARRA
Impera la idea de que cada vez tenemos menos salud mental por tener “la piel cada vez más fina”, ¿depende nuestra salud mental de la sensibilidad o resistencia a las dificultades?
Se puede asociar, sí, pero yo no hablaría de piel más fina o más dura. Creo que a veces cuando hablamos de la salud mental hablamos no de salud, sino de un constructo, un concepto que hemos diseñado.
¿Qué es entonces la salud mental?
Ahora está viniendo una explosión de la salud mental, parece que ir al psicólogo no está mal visto, parece que incluso está de moda. Muchos famosos cuentan que están en terapia, y esto es bueno porque se normaliza algo que ya tendría que estar muy integrado en los cuidados, del mismo modo en que cuando a alguien le duele el pie va al traumatólogo. Pero esta normalización está yendo también en nuestra contra porque estamos acercándonos a una psiquiatrización y psicologización de la vida diaria. Ahora cualquiera que tiene un problema, no duerme, llora, es candidato a ir a los servicios médicos de salud mental. Pero no sufre depresión alguien que ha suspendido el curso y por esto no duerme bien y está triste, porque lo normal es que sea así, que se sienta afectado, que señale que le importe. La salud mental está en verdad perjudicada cuando hay síntomas psicopatológicos relevantes con una afectación funcional de la persona: “llevo una semana metido en la cama, voy a coger la baja, no tengo suficiente energía para levantarme de la cama e ir al trabajo, estoy dejando de hacer la comida, y vienen los chicos a casa y he cocinado un filete a la plancha porque no puedo…”. Es entonces cuando se debe acudir al servicio público de salud mental. Ocurre que hay una reivindicación actual “no hay recursos, no me escuchan, no me atienden”, pero a veces se generan listas de espera sin haber tenido ocasión de discriminar si hay una repercusión medianamente importante para que nosotros podamos seguir el caso y tratarlo. Nos está pasando en el mundo infantil; y hay profesionales que opinan que se debe a padres poco contenedores, que establecen límites difusos con prácticas de colegueo un poco laxas. Luego el niño va al colegio y no obedece y se convierte en un problema.
Siempre es noticia que los números de salud mental son peores en los países desarrollados, ¿no confirma esto la sospecha de que tenemos “la piel más fina”?
Cuando las personas tenemos las necesidades básicas cubiertas entonces podemos dar cabida a otro tipo de necesidad más emocional o psicológica, esto es así. No quiere decir que los países pobres o en vía de desarrollo tengan mejor salud mental es sólo que no se le presta tanta atención porque apremian otras cosas, lo básico para vivir. Además, debemos tener en cuenta otro factor para interpretar bien la realidad, y es que los países con mayor nivel tienen más recursos, planes de atención, indicadores de medición, registros fiables: los ciudadanos utilizan los recursos de los servicios públicos de salud mental y nos aparece un porcentaje muy alto de españoles con depresión pero porque tengo los recursos para hacerlo. La depresión y la esquizofrenia, los suicidios, existen también en los países pobres pero no los reportan a la OMS ni tienen ocasión de poner medios.
Usted es además responsable de la línea de investigación y conocimiento de la prevención del suicidio en Navarra, ¿es normal tener tendencias suicidas en la adolescencia?
A partir de los 12 años se pueden tener planteamientos sobre el sentido de la vida, se puede tener ideación de la muerte, se puede fantasear, se puede preguntar “¿qué va a ser de mi vida?” o “para seguir así no merece la pena vivir”. Pero de aquí a hacer una conducta de suicidio y con desenlace fatal va un abismo. Casos como los del curso pasado, en adolescentes de 12 años, son excepcionalmente jóvenes. Deciros que el tratamiento de los medios de comunicación en algunos casos ha sido tremendamente malo, nefasto.
En algunos de estos casos tan excepcionalmente precoces los medios de comunicación señalan que las redes sociales han podido ser detonantes, ¿son un factor de riesgo para nuestra salud mental?
Una muerte por suicidio es una muerte judicializada. Esto quiere decir que se abre inmediatamente una investigación porque se considera una muerte violenta para la que no hay una causa natural. El que la investigación en estos casos empiece por investigar los ámbitos y espacios en los que se desarrollan las relaciones, el uso de los móviles y de los ordenadores está bien y ojalá se protocolizara. ¿Son factores de riesgo? El uso de las redes sociales es masivo hoy en día y no soy de la opinión de que todo lo que viene de las redes sociales es negativo, es más creo que tiene cosas buenas para vosotros los adolescentes y jóvenes y también para nosotros las personas mayores, pero como todo: hay que saber usarlas. Sabemos, eso sí, que hay páginas web en las que se emulan e imitan las autolesiones y pueden inducir a copiar esas conductas, a meterse en juegos peligrosos, esto sí parece tener una relación directa con intentos de suicidios y autolesiones. Los detonantes más comunes de suicidios en edades tempranas de la vida son el maltrato entre iguales (bullying), el consumo de tóxicos y acontecimientos vitales estresantes. Para relacionar esto con el uso de las redes sociales como factor de riesgo necesitamos más investigación, y en ello estamos. Proyecto Sessamo es un proyecto financiado por el Ministerio de Ciencia y hemos pedido una segunda financiación, vamos a empezar en tres comunidades autónomas investigando los estilos de vida y evaluando las variables de salud mental en 2º, 3º y 4º de la ESO. Lo más bonito de esta investigación es que no sólo recogemos información y vemos cómo están ahora, sino que habrá un seguimiento hasta los 25 años de edad y cada tres años con preguntas a través del móvil sobre sus hábitos de alimentación, la calidad del sueño, consumos de tóxicos, tiempo libre, uso de Internet y TICs, acontecimientos vitales adversos o estresantes… y la relación de todo esto con la salud mental. Lo que sí sabemos es que más de la mitad de los problemas en salud mental que detectamos en adultos empezaron a dar señales en torno a los 14 y 15 años de edad.
¿Cómo pueden ayudar los padres a los hijos, qué saben ellos de salud mental?
No lo sé, hay que preguntárselo a ellos. Vuestros padres ya constituyen una generación que comparten con vosotros un estilo de vida, vuestros padres, por ejemplo, ya usan las redes sociales, lejos, seguramente del uso que vosotros le dais y aquí va a haber una distonía siempre, como en la manera de vestir o en las prácticas sexuales. Pero esto no es excusa para que se culturicen, que aprendan a comunicarse con vosotros y que sepan de vuestros hábitos y de vuestras relaciones. Los padres ayudan si crean unas condiciones propicias para que los hijos puedan decir abiertamente “lo estoy pasando mal” y que esto sea bien recogido sin decir “no digas tonterías”, “cómo se te ocurre pensar”. Tiene que haber una diferencia generacional lógica, pero incluso con ella los padres pueden crear una buena comunicación para que vosotros tengáis la confianza suficiente para poder pedir ayuda.
¿Cómo alcanzar esa buena comunicación?
A través del diálogo, el entendimiento, la comunicación tranquila. Para los padres lo más importante son los hijos, y siempre quieren hacerlo lo mejor posible. El hijo tiene que tener confianza con los padres para poder decir que está fumando, por ejemplo, y los padres no deben buscar el conflicto, sino sostener; tendrán que decir “no nos gusta que fumes” porque comunicarse no significa consentir comportamientos que no son buenos, pero tienen que comprender que cuando el hijo lo comunica es porque está asustado o preocupado o lo está pasando mal. Hay que comunicarse, si no te comunicas en casa con los tuyos ¿con quién lo vas a hacer?
¿Y nosotros, qué podemos hacer con un compañero con problemas de ludopatía o cualquier otro tipo de adicción?
Primero hay que aprender a ver señales. Por ejemplo, en el tema de consumos o de adicciones: te pide dinero cuando nunca lo había pedido, notas que gasta en exceso, notas que busca otros amigos porque estos nuevos amigos facilitan sus nuevas aficiones, notas cambios en su estado de ánimo, percibes reacciones que no son propias suyas. Segundo, ¿cómo ayudarlo?, acompañándolo. Ocurre que a veces cuando los demás nos prestan ayuda muchos pensamos esa ayuda como la reprobación de la conducta, “esto lo estás haciendo mal, vas por mal camino, vas a acabar mal”, de modo que a veces al ayudar e incluso sin querer, señalamos. Por eso es importante simplemente ponerse del lado de quien lo está pasando mal, a su lado y hacerle ver que “aquí me vas a tener, te guste o no”. Después de todo, tu amigo o amiga ya sabe que lo está haciendo mal, y ya sabe que tú opinas que está mal, de modo que no es necesario señalar, ni acusar ni juzgar. Para todo lo demás ya tiene a sus padres. Acompañar sin enjuiciar no es nada fácil, es lo que nos sale de primeras, intentar, claro, corregir la conducta, pero para eso ya están los padres o los profesionales de la salud mental. Vosotros, acompañad.
¿Y en los casos de trastornos de conducta alimenticia?
Es muy complicado porque no sólo deja de comer sino que disimula. Pues igual, estando ahí, hablando, escuchando sin dar nuestra opinión, hacer hablar, que nos cuente, no dejar que caiga en la soledad. La ayuda entre iguales es muy importante porque “estoy contigo porque quiero ser tu amigo”. El tema de la apariencia física en el caso sobre todo de las mujeres es muy difícil porque esa persona desea estar peor: “no me gusto y haciendo una dieta me voy a poner tipazo”. Es una idea absolutamente errónea porque uno puede dejar de comer e incluso así no llegar a tener ese cuerpo bonito que desea, sino todo lo contrario. ¿Y todas estas ideas equivocadas de dónde vienen? Del medio, de las redes, de las influencers, pero también de la propia vulnerabilidad de la persona. Todos los adolescentes de 14 están expuestos a las mismas redes sociales, a las mismas modas, y sin embargo, no todos caen en trastornos, de modo que detrás hay una vulnerabilidad genética, ambiental, familiar. Por esto es tan importante acompañar para no desprotegerlos aun más.
¿Es cierto que estos trastornos alimentarios no llegan a curarse nunca?
No, es cierto que muchos especialistas lo asemejan a trastornos adictivos y que por lo tanto se vuelven pacientes que deben estar pendientes, siempre alerta, cuidando sus momentos débiles de estrés. Pero estos casos constituyen un porcentaje muy pequeño de las personas que sufren trastornos alimenticios.
¿Y la presión académica?, ¿qué efecto tiene en nuestra salud mental?
Este asunto se resuelve con educación. Hay que aprender a relativizar. Vivimos en una sociedad que habla de triunfar, de ser perfectos, sacar buenas notas, ser solidarios… Y tenemos que educaros en un sentido crítico. Sí, las calificaciones definen las oportunidades, deciden si entras en un grado u otro, y es importante pero ¿se acaba el mundo si no logro estudiar lo que quiero estudiar, se acaba el mundo? Hay que buscar una alternativa, centrarnos en esto, buscar alternativas más acordes a las notas reales que obtenemos. Como educadores tenemos que transmitiros que no todo sale, que no conseguimos todo lo que queremos, nos rodea un mundo de “si te lo propones, lo consigues” y ¿quién se lo cree?, pues el del eslogan. Es preciso educar en el “no conseguimos todo lo que queremos y por eso no se acaba el mundo”.
Una última pregunta, para aquellos estudiantes del IES Navarro Villoslada que quieren estudiar y dedicarse a la salud mental. ¿qué cualidades debe tener un profesional del cuidado de la salud mental?
Psiquiatría o psicología son ciencias a las que les falta aún mucho desarrollo y las estrategias terapéuticas que tenemos confluyen en el lenguaje, de modo que se necesita una alta capacidad de diálogo y de escucha. Además, aunque ciencias, son muy humanas porque te colocas muy cerca del dolor humano con lo cual se necesitan grandes dosis de empatía. Finalmente, es necesario tener una altísima capacidad de frustración porque no se ayuda a todo el mundo e incluso así hay que seguir confiando.
Autores: SALWA CHEMAD, IMANOL IBÁÑEZ y EMMA PÉREZ.