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25 N, «nunca más volvamos a quedarnos quietas»

El pasado viernes 24 de noviembre nuestro centro celebró durante el recreo el Día Internacional de la Violencia contra la Mujer con un acto organizado por el equipo de coeducación para el que las alumnas Mila Albán (2º BTO C) y Maider Nanclares (2º BTO A) escribieron este hermoso texto.

Ni un Apolo más, ni una Dafne menos.

Bajo las estrellas, el descampado solitario y oscuro. Una adolescente escucha los pasos de un hombre que camina tras ella, furtivo. El miedo sabe a metal en su saliva, retumba en su pecho. La joven arranca a correr como la liebre que olfatea al perro de caza. Pero él es más rápido, ya la alcanza. Ella grita, pide ayuda. El terror de su voz taladra la noche del bosque. Y entonces sucede el prodigio: sus cabellos se transforman en hojas, sus brazos en ramas; clava los pies en la tierra; una corteza rodea su piel. Ovidio cuenta que la ninfa Dafne se convirtió en laurel para salvarse. El Dios Apolo que la perseguía, solo pudo abrazar un áspero tronco.

Hoy, igual que ayer, pero con fuerzas renovadas, ocupamos los espacios públicos para denunciar todos los casos en los que no hubo laurel, en los que mujeres han sido violentadas e incluso han perdido la vida sólo por el hecho de ser mujer. Mañana, 25 de noviembre, es el día contra la violencia de género. Y como cada año, desde el instituto Navarro Villoslada organizamos este acto porque cada año, tristemente, sigue siendo necesario.

En 2023, hemos observado un preocupante aumento de los casos de violencia machista en España. Y es que dos de cada 1000 mujeres han sufrido violencia de género este año, por estadística, dos mujeres de este instituto lo sufrirán en algún momento de su vida. Es doloroso pero sabemos que mirar a otro lado no es la solución. 

Nos unimos a la voz de Irene Vallejo, para hacernos una. Porque no hay camino más duro que el que recorremos solas. Iluminemos las calles y callejuelas de morado, que nuestra presencia se note y se sienta para que los que salen de la caverna, vuelvan a entrar y no salgan nunca. Si no nos defendemos nosotras, no lo hará  nadie más. En el instituto, en el trabajo, en casa, en el gimnasio, en las calles… En definitiva, en todos los ámbitos de la vida. Nos merecemos vivir en un mundo donde podamos caminar por la noche sin las llaves en la mano.

La lucha feminista no es una cuestión de occidente, es transversal, multicultural y colectiva. En el sudeste asiático mueren más mujeres por violencia machista que en conflictos armados. En India, cada año son asesinadas 8.000 mujeres por disputas por la dote. Se calcula que en 2023 cerca de 4,3 millones de niñas corren el riesgo de ser sometidas a mutilación genital femenina y que gran parte de ellas, serán obligadas a casarse siendo menores de edad. Esas niñas deberían ser estudiantes y no esposas. Esas niñas que ven su futuro frustrado cambiarán los libros de Agatha Cristie por una escoba, los ratos libres en el parque por un biberón y la pelota de colores por una violación constante de sus derechos fundamentales. 

La violencia de género es un delito cruel que amenaza con degradar a la víctima. Hay países donde la mujer agredida es repudiada por su propia familia, o incluso forzada a casarse con su violador como si fuera mercancía dañada. Tradicionalmente, el riesgo de asalto sexual ha servido como pretexto para amputar libertades a las niñas y adultas, acudir a la escuela, salir sin compañía, trabajar fuera del hogar, viajar. Durante siglos las mujeres hemos sufrido por miedo al crimen ajeno, el encierro, la vigilancia sobre nuestros vestidos, la turbia amenaza del rumor y la sospecha. Dejemos atrás la antigua maldición: que nunca más volvamos a quedarnos quietas y vegetar, como Dafne.

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